En Uruguay tienen que tomar mate salado

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En Uruguay tienen que tomar mate salado
En Uruguay tienen que tomar mate salado

En la canilla el líquido sale con muchos minerales: el río Santa Lucía, su principal fuente, está muy bajo. “No es sequía, es saqueo”, denuncian las ONG.

La frase más famosa de Carlitos Balá se está reescribiendo en versión uruguaya, como si fuera el preludio de una pesadilla. ¿Qué gusto tiene el agua? En Montevideo, la respuesta llega al unísono de niñas, vendedores ambulantes, artesanas, peluqueros y jubiladas: ¡Salada! 

En 2004 Uruguay incorporó a su carta magna un artículo que establece que el agua es un recurso natural esencial para la vida. Esta reforma constitucional, votada por el 64 por ciento de los ciudadanos, convirtió al país en el primero del mundo en declarar el acceso al agua como derecho humano. Casi veinte años después, la zona donde habita el 60 por ciento de la población del país podría quedarse sin agua dulce a fines de junio, según la estimación de Obras Sanitarias del Estado (OSE). 

La vida cotidiana está trastornada porque el agua potable ya no se puede utilizar para el mate ni el café. Tomar mate salado es una afrenta al abolengo matero. Comprar el agua embotellada es un gasto que excluye a las familias de menores recursos. El agua mineral, denuncia una artesana, está también “sucia” y le quedan restos de salitre en el termo. “No es sequía, es saqueo”, manifiestan los movimientos ambientalistas.

Desde principios de mayo, el agua está en boca de todos porque sale más salada de las canillas. El agua de OSE (Obras Sanitarias del Estado), la empresa estatal uruguaya, proviene de fuentes superficiales del río Santa Lucía y la represa de Paso Severino, la principal reserva de agua dulce. La explicación oficial es que el caudal del río ha disminuido como consecuencia de la sequía que afecta a la región desde hace tres años. De los 67 millones de metros cúbicos de agua que puede albergar, actualmente tiene 3,7 millones, según informó OSE. 

El gobierno de Luis Lacalle Pou tomó recursos hídricos del Río de la Plata, más salinizado por las corrientes del océano que recibe. OSE solicitó al Ministerio de Salud Pública que permitiera aumentar los niveles de sodio y de cloro, que pasaaron de 200 a 440 miligramos y 700 miligramos por litro respectivamente. La OMS recomienda que el umbral de sodio sea un máximo de 200 mg. En Uruguay ese umbral se duplicó.

“Nos roban el agua dulce”

El barrio Sur parece una Londres en miniatura. Martín, vendedor de frutas y verduras de un puesto de la feria popular de la calle Julio Herrera y Obes, gambetea la neblina del viernes con mucho ingenio. “Vamos que el dinero no es todo, pero cómo ayuda cuando hay”, exclama e invita a comprar dos lechugas por 50 pesos uruguayos (300 pesos argentinos al cambio oficial, 650 pesos al cambio paralelo). “Elija y agarre”, “¡Vamos, arriba la celeste!”, “¡Vamos, arriba los gurises!”, arenga este vendedor carismático con un aire de familia a Ragnar, el personaje de la serie Vikingos. “El agua salada está rompiendo los termofones y calefones es complicado el tema”, se queja. Micaela, de 12 años, compra frutillas junto con su hermana Martina, de 8 años. “Tiran cosas al agua y la contaminan por eso está salada”, dice Martina. “Antes usábamos el agua de la canilla para hacer el mate, ahora no podemos”, confirma Micaela el cambio de hábito.

“Salus, un agua con leyenda propia”, se lee en la etiqueta de uno de los bidones de 6,25 litros que en este supermercado sobre la calle Maldonado cuesta 129 pesos uruguayos. Un cartel informa que “la compra de bidones y botellas es solo para consumo familiar” y que está permitido hasta tres bidones por persona. Una señora empuja el changuito con los tres bidones autorizados rumbo a una de las cajas. 

Mirta, jubilada con gorrito de lana violeta y ojazos celestes, compró dos packs de cuatro botellas de agua Vitale de 1,75 litros (138 pesos uruguayos cada pack). Habla del problema del agua con una amabilidad que se desdibuja por la rabia. “Al gobierno le importa satisfacer a las empresas extranjeras y que la población se joda. Dan agua para UPM (la empresa finlandesa que se dedica a la fabricación de pulpa de celulosa, papel y madera), agua para todas las pasteras habidas y por haber, por eso pretenden sacar agua del Acuífero Guaraní en tambores”, describe Mirta. “Me duele, me irrita, porque nuestro país siempre tuvo agua dulce. Y ahora nos roban hasta el agua es la corrupción más absoluta que no pensé que llegaría a pasar con esta magnitud”, agrega y señala que el principal trastorno en la vida cotidiana tiene que ver con lo económico, el gasto extra que significa comprar bidones o botellas. Hasta sus gatos toman agua mineral para evitar que tengan consecuencias en la salud.


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